Asesoramiento humano vs robo advisors

Poca gente puede dudar que el asesoramiento automatizado formará parte de muchas carteras de inversores en el futuro; incluso algunos piensan que el asesoramiento humano está en peligro de extinción y su capacidad de análisis de las inversiones dejará de aportar valor añadido.

Hay varios modelos de asesoramiento robotizado, como los sistemas automáticos de trading o el envío de señales de compra-venta de activos, pero este post está centrado en el más simple y que más sentido tiene para el pequeño inversor español: los Robo advisors.

El funcionamiento de los robo advisors es sencillo (algo que ya es una ventaja): en base a un test de idoneidad, el robot establece una cartera de fondos de inversión pasivos (generalmente ETFs) en los que invierte el cliente; si el Robo-advisor es una Sociedad de Valores o Gestora de Fondos puede ejecutar las órdenes, si es una EAF le enviará la composición de la cartera a la persona asesorada y ésta deberá ejecutar las órdenes por su cuenta.

Diversificación de la inversión

El sistema de robo-advise presenta muchas ventajas: la principal es la cantidad con la que se puede invertir en una cartera de este tipo. Las cantidades mínimas son muy pequeñas; quien quiera poner a trabajar sus ahorros, por pocos que sean. Son igual de importantes, o más, 900 euros para quién haya ahorrado 1.000, que 9 millones para quien haya ahorrado 10 y, por tanto, tienen derecho a que sus ahorros trabajen para la persona que los ha ganado.

Estos bajos mínimos de inversión presentan un doble beneficio: por una parte, permiten que cualquier persona tenga una cartera diversificada y pueda tener posiciones abiertas a lo largo de todo el planeta. El concepto diversificación es muy importante a la hora de tener éxito en el mundo de la inversión a largo plazo, al reducir riesgos de sectores o países concretos sin renunciar a rentabilidad a largo plazo (la gestión del patrimonio es una carrera de fondo, no un sprint). Existen ETFs que replican bolsas de casi todos los países o zonas y/o de sectores concretos (materia prima, turismo…) o combinándolos (bancos de la Zona Euro, por ejemplo). Como, a su vez, los ETFs tampoco tienen mínimos, el robot podría distribuir el patrimonio entre muchos países e incluso ponderar los sectores sobre los que calcula más potencial.

El segundo punto a favor del límite mínimo es la posibilidad de hacer aportaciones periódicas, algo muy recomendable para quien quiera tener cierta disciplina en el ahorro. Además de facilitar el ahorro, permite reducir la volatilidad: en épocas bajistas del mercado se irá invirtiendo cada vez más barato, claro está que en momentos alcistas se va haciendo a precios más caros, pero se sigue optimizando el binomio rentabilidad-riesgo.

Independencia

Poca gente duda ya de la poca o nula independencia de la banca tradicional, la colocación de preferentes, de acciones nuevas, de fondos con bajas rentabilidad, de planes de pensiones atados a cambio de un pseudo-regalo, son solo algunas de las muestras que ya conoce todo el mundo.

Los Roboadvisors invierten en ETFs (o fondos pasivos), por lo tanto, es muy raro que haya algún conflicto de intereses (por Ley la banca debe actuar por el interés del cliente, pero…) aun así hay que estar vigilantes. A día de hoy la regulación va muy por detrás de la tecnología y se ven cosas algo «extrañas». Realmente los sistemas de alertas de trading o los Sistemas Automáticos tienen mucho más peligro en este sentido, aunque no hay que olvidar que la banca tradicional está comenzando a lanzar sus propias fintech o adquiriendo las ya existentes.

Rentabilidad del asesor humano vs robo-advisor

Una cuestión importante es determinar si un asesoramiento automatizado puede generar más rentabilidad que una cartera similar asesorada por un humano. Para empezar, actualmente los roboadvisors tienen una clara limitación: solo invierten en fondos de gestión pasiva. Habrá lectores que ahora piensen «pues mejor» y, en parte, no les falta razón: está demostrado que la mayoría de fondos de inversión de gestión activa no vencen al mercado que replican los de gestión pasiva. Sin embargo, los fondos activos que generan alfa (rendimiento por encima del mercado) ofrecen una cantidad de dinero mucho más alta a largo plazo para el inversor; estar gestionado «profesional e independientemente» y perder esta oportunidad es una lástima.

También habrá quien piense que la capacidad de análisis de una máquina supera la de cualquier humano, por bueno que sea. En este sentido también se pueden hacer varias contrarréplicas: (i) el asesor humano puede utilizar robots para procesar información y filtrar recomendaciones a sus clientes; (ii) el asesor humano puede apoyarse en casas de análisis con oficinas en puntos clave de todo el mundo y (iii) el robot está programado por una persona y, por tanto, la capacidad de adaptación a condiciones no contempladas por ésta es nula (al menos hasta que la inteligencia artificial llegue al mundo de las inversiones).

¿Está el cliente preparado?

Sí, hemos visto varias ventajas del Roboadvisor (principalmente diversificación e independencia), alguna desventaja (adaptación del robot, limitación a gestión pasiva); pero lo peor de este sistema viene determinado por los propios clientes humanos.

Para establecer un asesoramiento o una gestión discrecional de carteras, el cliente tiene que rellenar un test de idoneidad para que la entidad que ofrece el servicio, tanto si automatizado como tradicional, determine el nivel de riesgo que puede asumir.

La teoría es buena: a un inversor que pueda asumir menos riesgo se le ofrecerán inversiones más conservadoras, y más arriesgadas para el que esté dispuesto a asumir más. El problema es que la mayoría de pequeños ahorradores/inversores no saben el que pueden o deben asumir, aunque crean que sí. No saben el peligro real a largo plazo de los fondos de inversión de renta variable, ni mucho menos los de la renta fija; no son capaces de determinar un horizonte de inversión, o si lo determinan luego no lo  cumplen. Esto provoca que, en caso de no categorizarse bien, un inversor tenga el dinero mucho tiempo parado (hay gente que mantiene en depósitos bancarios durante casi décadas) perdiendo mucha rentabilidad, e incluso poder adquisitivo por la inflación, y los hay que se definen arriesgado y deshacen su inversión después de poco tiempo ante pérdidas puntuales de su cartera.

Un buen asesor financiero debe ejercer una labor de formación, hablar mucho con su cliente, conocer sus necesidades, explicarle los riesgos reales para que conteste con conocimientos el test, algo fuera del alcance del robot. Es una clara ventaja del asesoramiento humano personalizado, pero se puede convertir en un problema por culpa de dos factores: (i) el asesor humano dispone de un tiempo limitado y, como es lógico, destinará más a clientes más rentables (con más patrimonio) y (ii) si el asesor personalizado sin una ética adecuada actuará al margen de la ley, manipulará al cliente para que responda el test en base a lo que necesite el asesor y no el cliente.

Conclusiones

El asesoramiento personalizado se puede adaptar mejor tanto al mercado como a su cliente, sin embargo puede no ser efectivo para clientes con patrimonios relativamente bajos. En este sentido, el asesoramiento automatizado sí permitirá a este cliente que, en definitivas, son la mayoría, diversificar en inversiones de todo el mundo con bajas posibilidades operar bajo un conflicto de intereses y de invertir en productos de baja calidad (al menos se replicará un mercado determinado).

Aún así, el inversor medio sí tiene alternativas fuera de la automatización: fondos de inversión, planes de pensiones o SICAVs globales y mixtos que a su vez inviertan en fondos de inversión  que ganen rentabilidad al mercado puede cubrir las carencias del asesoramiento personalizado y ser sustitutivo o complementario del automatizado.

En definitiva y como última opinión, un buen asesor humano es mejor que un asesor robot, pero un asesor robot es mejor que un mal asesor humano.